viernes, 5 de septiembre de 2014

Un gran reto. CUADRIATLÓN.

Pensaba que ya había llegado a mi límite al haber podido acabar un triatlón de distancia olímpica, pero me equivocaba. A inicios de verano vi que se iba a celebrar en Cantabria una nueva modalidad, la iban a rescatar ya que al parecer hace 20 años que no se hace por aquí. "Hay que estar loco para hacer esa barbaridad", fue mi primer pensamiento, acto seguido empecé a buscar información y ver vídeos para ver de que se trataba. La idea era atractiva a la par que difícil de alcanzar para alguien como yo ya que tengo un nivel pésimo, pero yo misma me autoconvencí de que era capaz de hacerlo. En esta ocasión ni si quiera mis padres me apoyaban, les parecía demasiado pero me dejaron intentarlo. 

1,5km Natación
40km Ciclismo
8km Piragüismo
10km Carrera a pie



Comencé mi preparación organizando junto a mi padre el Camino de Santiago por el norte ya que me parece la mejor manera de coger fondo encima de la bici y me encanta vivir una experiencia como esa. Por otra parte, me puse manos a la obra con el piragüismo dejándome instruir por Francis (Cantabria MultiSpor). Había mucho que aprender en esta nueva disciplina por lo que entrenaba 4 días a la semana, mentiría si dijese que me fue fácil dominarlo.Las otras dos disciplinas las iba manteniendo como podía. La carrera a pie iba evolucionando a base de pruebas populares largas de 10km que me ayudaban a exigirme y mejorar mi resistencia. Poco a poco las sesiones iban siendo más largas y se iban solapando, la competición me iba a llevar demasiadas horas y había que irse acostumbrando. La semana previa fue dura psicológicamente hablando. Rebajé notablemente el nivel de entrenamiento y eso me dejaba mucho tiempo para pensar, visualizaba una y otra vez la prueba y lo único que veía era sufrimiento. Mi optimismo fue desapareciendo y me repetía una y otra vez que no sería capaz de acabarlo.

Llegó el día de la prueba, tras pasar la noche despertándome de continuo, sonó el despertador a las 6 de la mañana. Alrededor de las 7:30 llegué a Santoña junto con mis padres, que aunque lo viesen duro ahí estaban como siempre al pie del cañón.Esta vez había más preparativos que de costumbre, me encontraba nerviosa y se me venía el tiempo encima. Coloqué la bici en boxes, junto con las playeras y el peto que esta vez hacía de dorsal. Bajé la piragua hasta la playa y me dispuse a calentar un poco en el agua. El mar estaba algo agitado y había una corriente bastante incómoda.< Se dió la salida masculina y unos 3 minutos después nos tocó el turno a las féminas. Eramos pocas las valientes, unas 16, pero ahí estábamos dispuestas a dar lo mejor de nosotras (cada una su nivel eeh).



Era una prueba muy larga por lo que predije que irían bastante calmadas en la natación, pero me equivoqué por completo. En un abrir y cerrar de ojos no habían pasado ni los 100 primeros metros cuando me encuentro sola, la última nadando contra la corriente y con la sensación de que no me movía lo más mínimo. Los 1.500 metros de natación se me hicieron interminables. La boya más alejada parecía inalcanzable y para colmo ya me encontraba sin referencia alguna, no sabía si iba en linea recta o me estaba dedicando a dar "eses". Logré llegar al giro y comenzaron a pasarme los nadadores de los relevos que habían salido minutos después. Los picos que se levantaban con el roce del aire contra el agua no me dejaban ver bien y para colmo el sol me daba de frente por lo que se complicaba la visión. Sola y ciega, empezaba muy mal la prueba.Las demás atletas ya me sacaban bastantes minutos pero tenía claro que yo competía contra mi misma. Salí del agua contenta por haberlo terminado, y solo pensaba en la siguiente disciplina. La bicicleta. 




Comenzaba el sector con las palabras de mi padre, "tu tranquila Cris, como si tardas 2 horas". Se trataba de un circuito bastante llano para completar 40 km con 4 vueltas a este. Empezaba mi segunda vuelta y los chicos ya iban por su segunda, el tiempo que me iban a sacar al finalizar no lo quería ni pensar, además, ellos podían ir a rueda mientras yo solo podría hacerlo si alcanzase a alguna chica (imposible). Lo dicho, era adelantada de continuo por ellos y a mi ritmo fui completando las vueltas. Las dos primeras fui cargada de motivación, tenía ganas de hacerlo bien, pero en la tercera todo cambió. Me encontraba mal, quizás débil, no lo se, pero tuve que bajar el ritmo. Poco a poco y con ayuda de un gel (Gracias Serr) fui recuperándome física y mentalmente. Tenía que llegar como fuese a la piragua que para algo la había entrenado tanto, ya a partir de ahí pensaría si me retiraba o no, 
¡¡pero a la piragua llego!!

Los ánimos del público como siempre ayudan. Deje la bici en boxes y descalza corrí hasta la playa para comenzar a remar. Para mi sorpresa la mar se había complicado bastante. Había entrenado con este pequeño oleaje y sabía que me ponía muy nerviosa por el miedo a caerme por lo que iba rígida completamente. Con la embarcación que llevaba si volcaba no podría volver a subirme, la presión que tenía era del 100%.




La mayoría de la gente iba por su segunda vuelta. Eran 3, para completar los 8 km. Al principio me costó pero después empecé a adelantar a atletas. Les veía descansar los brazos, quejarse, retirarse e incluso caerse. Yo apretaba dientes y tiraba hacia delante, tenía que acabar este sector como fuese. La primera vuelta fue buena, me encontré estupendamente pero en la segunda las fuerzas comenzaban a fallar. Los brazos estaban cansados, la zona lumbar de la espalda molestaba y la tensión que soportaban las piernas siempre en la misma posición hacían que en el porteo tuviese que descansar algunos segundos porque no me podía mantener de pies. Esto es muy duro, pero lo sabía, no había tiempo para quejarse. 



Última vuelta en el agua, somos pocos los que quedamos y el agua sigue igual de agitada. Saco fuerzas de donde no las hay, estoy al límite, mis hombros no pueden más. Vuelvo a apretar los dientes y me propongo alcanzar a un atleta que le quedan a penas 400 metros para acabar, mantuve la mente entretenida y le alcancé. Toqué tierra, no me lo podía creer. Había salido del agua sin caerme ahora "solo" quedaban los últimos 10 km a pie.

Duros no, les habían calificado como durisimos los 10.000 metros que nos quedaban para finalizar la prueba. Era un terreno con continuos desniveles que cuando no se te cargaban las piernas por un lado eran por otro. 



Foto de Noe


Ni me lo pensé, salí del agua corriendo como podía. A las piernas las costó reaccionar pero vuelvo a decir que con ayuda del público todo es más fácil.  ¡Boxes! me pongo los calcetines y me calzo las playeras para salir disparada hacía arriba. Estaba con una seguridad en mi que no daba crédito. El cansancio había desaparecido y se impuso la sonrisa, y es que, cada vez estaba más cerca de la meta. Bueno, esta se me quitó un poco al ver una cuesta que al parecer tenía un 17% de desnivel pero la subí andando y seguí corriendo todo lo que quedaba hasta arriba. Me iba cruzando con los atletas que estaban a punto de finalizar, en sus caras veía cansancio y les animaba como quien hubiese empezado a correr allí mismo. Estaba contenta, feliz por lo que estaba consiguiendo. Llegué hasta la primera cima (2km) para comenzar a bajar. El terreno era asfalto rayado lo que significaba que había bastante pendiente. En este tramo me encontré con muchos atletas todos ellos andando, "madre mía lo que me espera". 
En el kilómetro 3 primer avituallamiento líquido. Cogí una botella, mientras pasaba corriendo me dio tiempo a bromear un poco con la chica que estaba allí y a encestar la botella en la papeleta, estaba de suerte ¡la colé! :)
Sin duda, estaba disfrutando al máximo. En este tramo  me dio caza un chico y juntos pudimos fijarnos en las vistas que nos proporcionaba estar allí arriba. Se fue escapando, yo iba bien a mi ritmo no quería forzar más por si acaso. En verdad estaba esperando el momento en el que me diese el bajón, por si acaso tenía otro gel guardado (Gracias Serr). Pero fueron pasando los kilómetros: el cuarto, el quinto (giro y vuelta hacía meta), el sexto.. La cosa estaba hecha ya, iba aumentando el ritmo, me encontraba mejor que nunca. 



Llegó el terreno donde los demás estuvieron andando y yo no quería ser menos, andando lo subí. En cuanto comencé a correr de nuevo me encontré a mi padre que muy sorprendido de lo pronto que había hecho el recorrido me animaba y corría cuesta abajo.

¡¡¡Últimos dos kilómetros!!! Casi emocionada no me lo podía creer, para mi esto era una gran victoria. A mi madre también la encontré por el camino y con otra gran sonrisa me hacía fotos y atajaba hacia meta para verme llegar. Solo quedaba bajar la última cuesta desde la cual se veía la llegada. La sensación era increíble. 
Acabé prácticamente volando este gran reto, no me dolía nada, no había cansancio, solo pensaba en llegar.






Cruzar la meta después de 4 horas y 51 minutos te deja esta cara... :)

¿Repetimos?




Gracias a mis padres , a los entrenadores, a todos mis amigos por el apoyo, a  mis compañeros de fatigas, y como no, a Sergio Correa porque le habré estado dando envidia entrenando pero siempre ha estado ahí dándome consejos.

















No hay comentarios:

Publicar un comentario